miércoles, 5 de noviembre de 2025

Elda y el legado de los santos Crispín y Crispiniano

Pintura monocroma en agua parda, lápiz y puntura negra, de la Colección del Museo del Prado (no expuesta), Siglo XVII. Anónimo (246mm x 138 mm).

Cada 25 de octubre, el mundo zapatero celebra a sus patronos, Crispín y Crispiniano, símbolo de esfuerzo, maestría y orgullo artesanal. En Elda, esta fecha adquiere un significado especial: evoca una historia de talento, de innovación y de trabajo colectivo que convirtió a la ciudad en referencia indiscutible del calzado español.

Durante décadas, Elda fue sinónimo de moda, calidad y prestigio. Desde sus talleres y fábricas surgieron diseños admirados, y desde su impulso empresarial nacieron ferias, asociaciones y proyectos que marcaron una época de prosperidad y reconocimiento internacional.

El calzado no fue solo una industria: fue cultura, fue identidad, fue innovación, fue el alma de una comunidad y con ella de la España zapatera.

Hoy, en un contexto industrial diferente y globalizado, Elda sigue latiendo al compás de ese legado. La experiencia, la creatividad y la pasión de sus profesionales mantienen viva una tradición que forma parte esencial de su memoria y de su futuro. Si, de su futuro, porque hay un principio que debe quedar claro, el zapato industrial y la comercialización podrá variar de situación geográfica, pero el arte de un zapato con las perfecciones del que se fabricó en Elda, eso persiste en cualquier lugar y tiempo,

Celebrar a los Santos Crispín y Crispiniano es, en definitiva, rendir homenaje a todos aquellos que hicieron del oficio del calzado una expresión de arte y de progreso, y recordar que la huella de Elda —como la de sus mejores zapatos— perdura siempre con el paso del tiempo.

La fábrica de calzados de Rodolfo Guarinos Vera


                                                La fábrica, ubicada al final de la actual calle Purísima. / Cedida

Su fábrica, levantada en el final de la actual calle Purísima, llegó a ser una de las mayores de la comarca y un símbolo para varias generaciones de eldenses.

La historia del calzado en Elda no puede entenderse sin recordar a Rodolfo Guarinos Vera, uno de los grandes industriales que impulsaron el desarrollo económico y social de la ciudad a comienzos del siglo XX. Su fábrica, levantada en el final de la actual calle Purísima, llegó a ser una de las mayores de la comarca y un símbolo para varias generaciones de eldenses.


                                Su magnitud y organización la convirtieron en un referente de la industria zapatera. / Cedida


El fundador del Museo del Calzado, José María Amat, recuerda que “Rodolfo Guarinos construyó una de las mayores fábricas que había en Elda. En algunos momentos llegó a tener hasta 1.200 trabajadores, así que prácticamente todas las familias del pueblo tenían a alguien allí”.

https://cadenaser.com/comunitat-valenciana/2025/11/05/nuestras-fabricas-rodolfo-guarinos-vera-radio-elda/

La empresa, con más de 4.000 metros cuadrados de superficie y doce naves industriales, se encontraba en una zona entonces conocida como el Portal del Ángel. Su magnitud y organización la convirtieron en un referente de la industria zapatera, con una producción que superaba el millar de pares diarios.

Pero la fábrica no solo fue un motor económico. Su enorme reloj en la fachada marcaba el ritmo de la ciudad en los años posteriores a la Guerra Civil, cuando el de la iglesia aún no había sido repuesto. Además, una potente sirena avisaba del inicio y final de la jornada laboral, un sonido que, según Amat, “retumbaba en toda Elda y llegaba hasta Petrer”.


Su enorme reloj en la fachada marcaba el ritmo de la ciudad. / Cedida

Rodolfo Guarinos fue también un empresario comprometido con la vida local. Presidió la Federación de Fabricantes de Calzado, promovió las Casas del Progreso en 1927 y formó parte del Consejo de Administración del Banco de Elda. Su fábrica fue incluso visitada en 1932 por el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, durante su estancia en la ciudad para colocar la primera piedra del monumento a Castelar.

De aquel complejo industrial salieron numerosos pequeños talleres que contribuyeron a forjar la estructura productiva de Elda durante décadas. Su legado permanece como parte esencial de la identidad zapatera de la ciudad.

Como concluye José María Amat, “Elda se ha hecho de la semilla de su pueblo, de sus trabajadores. Nadie vino a enseñarnos cómo vivir ni cómo hacer riqueza”.