La aparadora oleo del pintor eldense Gabriel Poveda "Leirbag"
Si al esfuerzo y sacrificio
en la industria del calzado hubiese que priorizarlos, indudablemente las aparadoras de la ciudad de Elda ocuparían unos de
los primeros lugares.
desde siempre, el trabajo de aparado ha sido uno de los más
buscados y menos valorados en su total dimensión. Las aparadoras son las
primeras en desarrollar la idea del diseño, al ensamblar las piezas del modelo
creado y darle su primer y más preciso toque de calidad. Cuando el cortador
pone en las manos de la aparadora las piezas del zapato para que se forme
el corte cosido, una incorrecta
interpretación de esos aparados y la calidad en el trabajo pueden dar al traste un buen diseño.
Las personas que hemos crecido en Elda y comarca,
sabemos lo que es ese "tac - tac" que escuchamos en nuestras propias
viviendas o en las de los vecinos, especialmente por las noches. Un ruido que
denota la proximidad de una aparadora colocando cinta de refuerzo y doblando
los cantos en el dobladillado.
Un "tac - tac" machacando (asentando) las costuras tras ese otro
ruido tan familiar que indica la aceleración de la máquina de aparar al coser o hacer pespuntes. Un "tac -
tac", algo diferente, que indica los golpes de la picadora para hacer a pulso una
"maría" en una pala o, sencillamente, un picado de adorno. Pero
además, todos esos ruidos los soportamos a gusto hasta altas horas de la
madrugada, cuando esas aparadoras han dejado la casa lista y los niños
acostados, entonces la aparadora comienza su especial jornada laboral.
Esos ruidos que en otros lugares serían molestos en extremo, para nosotros
supone la realización de nuestras señas de identidad y la confirmación de que
la industria funciona. A la mañana siguiente habrá que entregar el producto de
aquel trabajo que, por muy bien que pueda ser remunerado, siempre será inferior
al sacrificio que han tenido que realizar para llevarlo a cabo.
Las
aparadoras de Elda, a base de interpretar miles de muestras y diseños, de
realizarlas con extremada precisión y pulcritud, se han ganado merecidamente el nombre de "maestras
del aparado", y prueba de ello es que firmas de marca y
prestigio, asentadas fuera de nuestra localidad, buscan en Elda esa clase de
profesionales que les asegurarán el éxito en una de las partes más importantes de los
zapatos fabricados.
Se dice (quizás puedan tener
algo de razón) que el aparado es la mayor fuente de trabajo clandestino en la industria
del calzado, pero ¿qué mayor tributo se puede dar a la sociedad que el esfuerzo y el
sacrificio de miles de mujeres, madres muchas de ellas, contribuyendo a la
perfección de una industria que acapara prestigio y crea riqueza en el país?
Quizás la Hacienda Pública no recaude, en dinero, todo lo que debiera por este
trabajo, pero hay otras formas de recaudación que pueden llegar a ser mucho más
importantes (sin que esto suponga una justificación a la economía sumergida que
tradicionalmente ha venido produciéndose en esta fase de la fabricación). La
mujer eldense aporta una contribución
inmaterial que llega donde el dinero no puede llegar. El
aparado no es simplemente un trabajo, es el producto del reflejo de una
sociedad creativa que busca la perfección, y esto no se improvisa. Los muchos
años de profesión, la enorme complejidad de los aparados, especialmente en los
tiempos en que la diversidad obligaba a cambios en el entramado de los diseños,
han supuesto un gran aval para la industria del calzado, y esa riqueza la ha
aportado la trayectoria de las aparadoras de Elda.
* Publicado en el blog de Valle de Elda el 01-05-2015
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