Con este blog tratamos de incorporar noticias relacionadas con el calzado, sus industrias, Museos, complementos y todo aquellas cuestiones que puedan ser de interés general para el sector.
Hemos repetido muchas veces que
el inicio del calzado en Elda pudo desarrollarse con la fabricación de calzado
para niños y cadete. Las fábricas de final del siglo XIX y buena parte del XX,
abundaban las que se dedicaban al calzado de niño de excelente calidad, pero la
mayor especialización de los trabajadores por un zapato mucho más artístico y
delicado, decantó en el zapato de mujer de alta gama que hoy conocemos.
Antiguamente las fábricas de calzado fabricaban zapatos de todas las clases
(señora, caballero y niño), perolas
había muy centradas en una única clase de zapaos, entre las que abundaban el
llamado "calzado de niño".
En la década de los años 50, previos
a las Ferias de Calzado, hubo una fábrica propiedad de José Martínez Navarro, que puso por marca a sus calzados de niño
con el nombre de "Calzado El
Bólido" y representado por un bólido de los que corrían en las pistas
de mediado del siglo XX y que en la década de los 50 inmortalizó el campeón
argentino de Fórmula 1 Juan Manuel
Fangio, en los años 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957. La fábrica estaba ubicada en la
antigua calle General Jordada nº 33, hoy calle Petrer. Fabricaba zapatos para
niño y niña de calidad y modernos diseños para su época (lo que llamaba calzado
de lujo), con vistosos colores con fabricaciones pegados y cosidos.
Precisamente una de las fábricas que nos llegó hasta
mediados del siglo XX, fabricando un zapato de señora de lujo, junto con un
zapato fino para niño, fue una de las empresas que tenía dos marcas, una marca
el de niño "Gali, calzados finos de niño" y otra "Ginna,
calzados lujo de señora", esta última empleaba un logo que era una W con
dos marcas en la base, ambas marcas estaban registradas y daban testimonio de
las características de los zapatos fabricados en ambas clases y el grado de
calidad y perfección alcanzado.
Bajo el nombre de marca "Soy yo", José M. Busquier
fabricó un cuidado zapato para niños que llamaba "especiales", por la
modalidad empleada que era una patente de propiedad y las características de
adaptabilidad. En la mitad del siglo XX los zapatos de Busquier gozaban de un
prestigio ganado a base de sus características de calidad y técnicas, pero
también porque la empresa promocionaba sus zapatos en los mercados a base de
eslóganes que llegaban con mucha fuerza, por ejemplo: "Soy yo, el calzado
que usted preferirá para sus niños".
Estamos acostumbrados a escuchar esa frase de "Elda, París y Londres" que desde hace más de siglo y medio acompaña a los zapatos fabricados en esta ciudad. Sin embargo, nos paramos poco en hacer un análisis retrospectivo del proceso de calidad que ha llevado a nuestro calzado a ser considerado uno de los más perfectos y valiosos del mundo.
No es cuestión de hace unos días, la apuesta por la calidad viene de más de siglo y medio atrás. El zapato que se hace en Elda es producto de un largo proceso en el que han intervenido muchos factores y muchas personas, desde trabajadores (masculinos y femeninos) hasta empresarios, sin excluir a otras personas y empresas, que no interviniendo de forma directa en el zapato, se han encargado a lo largo de los años en potenciar sus cualidades y hacer valer sus calidades.
Si nos remontamos a los años en los que apareció la actividad zapatera en Elda, podemos imaginar a un grupo de eldenses haciendo zapatos con sus manos y auxiliados con rudimentarias máquinas o artefactos inventados por ellos mismos; zapateros que con cada tirón de tenaza y corte de cuchilla, iban aprendiendo un oficio que desconocían casi por completo; aparadoras que sin tener máquinas de coser ensamblaban las piezas cosidas a mano, más adelante, auxiliadas por máquinas que, a falta de electricidad, eran movidas por la ayuda de un pedal y el impulso de la rueda que sujetaba la correa de transmisión; unos modelistas que sin apenas conocimientos de lo que estaban creando, se empleaban en diseñar un zapato vendible en los mercadillos. Esos eran nuestros ancestros, personas sin ninguna experiencia que se abrían paso a fuerza de tenacidad, imaginación y sacrificio.
La proliferación de talleres artesanos, "tallericos", en el casco antiguo de la ciudad, cercano a las ruinas de nuestro alcázar, y rodeando la antigua iglesia barroca de Santa Ana, invitaban a otros eldenses a sumarse a esta nueva actividad, que empezaba a generar algunos ingresos extras que paliaban la maltrecha agricultura, que es de lo que vivían principalmente los escasos habitantes del pueblo a mediados del siglo XIX. No tardaron, los más avispados, en pasar de los talleres a las fábricas y aumentar la producción de zapatos "para todas las clases", es decir, desde niños hasta caballero, pasando indudablemente por el zapato de mujer. La llegada de la electricidad a las fábricas supuso un nuevo y definitivo impulso. Todo mejoró y fue más rápido, el aparado, las máquinas de la industria auxiliar y también las de calzado semiartesano. Sin embargo, no se perdió la delicadeza y calidad que el obrero de Elda imprimía a los zapatos; la aparadora siguió esmerándose con esos cosidos únicos y perfectos que solo sabían hacer en Elda, los zapateros se esforzaban en imprimir los toques precisos de calidad: el centrado y montado sobre las hormas de madera, los desvirados y ajustes de la suela al tacón, los brillantes pisos lujados; todo eso daba al zapato un toque especial que comparado con otras poblaciones zapateras, nos hacían únicos. Elda no abandonó nunca el uso de las mejores pieles y materias primas diversas. El zapato salido de esas manos casi inexpertas, empezaba a rozar lo que José Martínez Ruiz "Azorín" llamaría el art sutorio eldense.
Elda creó todas la instituciones zapateras
Todo lo anterior, siendo bueno, no era suficiente para que el zapato eldense pasase a la historia del zapato de máxima calidad, había que depurar también las ideas, rodear al zapato eldense de poder empresarial y político, tenían que llegarse a ser únicos e imprescindibles. Elda supo ponerse las pilas, creó las asociaciones empresariales cuando no había nada. Elda alumbró una sociedad, en tiempos de guerra, para que sus moradores pudiesen seguir trabajando, a pesar de la contienda, y llevar a sus hogares un mínimo salario que les alejase de la hambruna que vivía media España, lo que hizo aumentar su prestigio. Elda dio el paso para una gran Feria del Calzado orgullo de todos, especialmente de los eldenses, y dar un impulso económico jamás conocido en el sector zapatero, al que se llamó "el milagro económico del calzado", y más tarde siguió creando todas las instituciones que tuvo y tiene el sector de la industria zapatera: Elda Exportadora, Cepex, Inescop, y para culminar su obra y ante el acoso al que fue sometida la ciudad, el Museo del Calzado, uno de los más completos, diversos y mediáticos para el sector zapatero que existe en el mundo.
Otros iniciaron el camino a la calidad
Los grandes y pequeños industriales de los primeros tiempos mantenían los parámetros de calidad y aunque hubo intentos para vulgarizar el calzado que se fabricaba en Elda, nada prosperó, las industrias de otro tipo de zapato plastificados o deportivos, sucumbieron en los primeros intentos. Junto al calzado de niño y de mujer, también había fábricas de calzado para hombre. Las circunstancias, la casualidad, o la visión de algunos, fue polarizando la fabricación de calzados hacia una sola especialización, el calzado para mujer, y dentro de esta modalidad, se apostó por la más compleja, el calzado de mujer de gama alta, con diseños avanzados y hechuras técnicamente perfectas. Las fábricas de caballero desaparecieron muy pronto, más tiempo tardaron en ir cerrando las dedicadas al zapato de niño, del que Elda fue también un referente, para centrar toda la atención en ese zapato que hoy fabricamos y del que sentimos un legitimo orgullo todos los eldenses.
El recuerdo para aquellos que lo hicieron
Seria incontable la lista de empresas que aportaron su trabajo y su prestigio en pos del zapato de calidad que hoy nos caracteriza, pero estamos obligados, al menos, a nombrar algunas de ellas en representación de las miles que existieron y que, aunque tenemos en nuestro recuerdo, no es posible nombrarlas a todas: Silvestre Hernández,; Tovar; Los Vera; Rafael Romero; Los Bellod; Blas Amat; Rodolfo Guarinos; Francisco Rivas; Pablo Guarinos; Pablo Maestre; Gerónimo Guill; José Martínez Sánchez; Los Vacios; Gil Esteve; Pedro García; Belmonte; Sapena; Cachola; Rafael Sirvent; Crespi; Noguerón; Fifo; Dévora; Pedro Perez; Antonio Martinez; Oscar Santos; Roberto Bernabé; Vda. de Manuel Vera; Sánchez y Carpena; Amat Sanchís; Sanchíz Marco, Sacha London, Paco Herrero, Stuart Weitzman, Audley London, Menbur y muchísimos más. A todos el reconocimiento y el agradecimiento por ser los continuadores de una larga lista de ejemplares empresas a las que tanto debe nuestra ciudad y que, junto a la industria auxiliar, cuidaron y cuidan el zapato fabricado. También a ese inmenso censo de obreros especializados, de todos los tiempos, que trabajaron en Elda para el calzado y que tan sabiamente reflejaron su arte en los zapatos: aparadoras, cortadores, zapateros, almacenistas, todos han sabido poner a nuestro zapato de mujer en el listón más alto en el ranking de los países que trabajan para el mercado del diseño y la calidad.
* Publicado en el blog "Calzado" de Valle de Elda 28-08-2018
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Sigue en este blog la pequeña historia del calzado.
Manuel Bonilla Fernandez fue una persona muy inquieta que ocupó
cargos muy importantes dentro de la economía industrial, tanto a nivel
provincial como nacional. Llegó a Elda en los años 60 y fichado por el Club
Deportivo Eldense como jugador. Tratándose de una persona muy inquieta y
creativa pronto emprendió su futuro en la industria del calzado creando con su
amigo Pepe Llorens la fábrica de calzados "Calzados Orfeo" que estaba situada en una planta baja de la
antigua calle general Dávila (hoy Manuel Maestre). A partir de ahí su vida
empresarial vendría acompañada del éxito; creó la firma en sociedad de la marca
"Palizzio y Bonilla" en la calle Conde Coloma con una moderna nave
industrial. Años más tarde se trasladó a la vecina población de Pinoso donde
siguió su proyecto industrial y creó un grupo de empresas de calzado y conexas
con los que aportó mucha mano de obra especializada y riqueza a esa población.
La marca "Bonilla" estaba representada por un zapato de tacón de
aguja dentro de una orla plateada.
"Gilbu" fue una marca de un cuidado zapato para mujer. Esta
industria ubicada en la calle Fray Luís de Granada tenía como seña de identidad
su fabricación manual, es decir, artesana de un zapato casi personalizado de
vestir del que era representativo del calzado eldense de la década de los 70.
El logo lo formaba el nombre de la marca dentro de un círculo. Gilbu participó
activamente en las ferias del sector en los primeros años de su implantación y
dejó un permanente recuerdo de laboriosidad y prestigio.
Antonio Silvestre Marín creó la industria "Calzados Marín"en la década de los años 60 con el empuje de
las ferias del calzado en Elda.Tras una
primera ubicación en la céntrica y antigua calle general Moscardó (hoy Pi i
Margall),pasó a la calle
Magnolias.Su especialidad era la
fabricación de calzado de mujer y el logo representado por un escudo donde
figuraba la marca de fábrica "Marín" arropada por las palabras:
Calzado y Elda, como identidad de origen.