Las primeras máquinas para la confección del calzado aparecen muy avanzado el siglo XIX y se trata de máquinas muy sencillas que realizan determinados trabajos de asistencia (hacer agujeros, prensar etc.). En 1.846 el estadounidense Elias Howe Jr. Inventa la primera máquina de coser, hasta entonces todo se cosia a mano, y con esta máquina de cierta tecnología compleja para su tiempo, todo se cose a máquina, es decir, calzado y vestidos, también en esta mitad de siglo se inventa la máquina de coser o puntear zapatos que hasta entonces eran cosidos a mano con los puntos tan conocidos para los zapateros como eran los punteados y empalmillados. Desde 1.887 la aparición de maquinaria para hacer zapatos se realiza de modo continuo y se van incorporando al proceso una tras otra, las máquinas de clavar, centrar, rebatir, lijar...., pero prácticamente es en la primera mitad del siglo XX cuando la intervención de las máquinas en el proceso de fabricación de calzados se generaliza y se abandona definitivamente el trabajo manual y artesano para fabricar zapatos en serie. El maestro zapatero que formaba parte de aquella célula primera de la industria zapatera, con el oficial y el aprendiz, se va perdiendo dejando paso a los procesos en cadena.
Las primeras máquinas que se emplearon en la industria del calzado a final del siglo XIX estaban impulsadas por la tracción animal, el esfuerzo humano y la energía hidráulica que abastecía el caudal del rio Vinalopó (en el caso de Elda), caudaloso en aquellos tiempos. Con la aparición de la energía eléctrica las máquinas se perfeccionan y casi todo lo que se podía hacer, se realizaba a máquina.
¿Quiere esto decir que con la aparición de la tecnología se
ha perdido lo que hemos llamado artesanía del calzado?. En primer lugar hay que
decir que la palabra artesanía tiene un significado por el que reconocemos como
el arte de la manufactura, por lo tanto elevamos a la expresión artística
aquello que en principio no sería más que un trabajo manual bien hecho; lo que
ocurre es que en el caso del calzado los trabajos que se desarrollan para
conseguir un zapato acabado, o mejor dicho, alguno de esos trabajos tienen
connotaciones artísticas dado el nivel de perfeccionamiento que se requiere
para acabar la obra bien hecha; pero contestando a la afirmación sobre si la tecnología acaba con lo artesano, bajo
mi punto de vista hay que matizar el tipo de tecnología y la fase en la que se
aplica. Un zapato en el que las fases fundamentales se realizan de forma manual
y corriendo el riesgo de la imperfección o de lo sublime, no deja de ser
artesanía, aunque para algunos trabajos complementarios haya habido que emplear
maquinaria de apoyo, por ejemplo: un zapato montado a mano y cosido entre
carnes a mano o empalmillado a mano y que se haya empleado máquinas de moldear,
lijar, rebatir o incluso clavado de tacones, no deja de ser artesano y por ello
manual.
El oficio de zapatero
artesano se ha ejercido desde que el concepto de calzado existe y, en la
historia de esta profesión, tenemos ejemplos y anécdotas de todo tipo; desde
haber sido el zapatero considerado como un aprendiz de un trabajo sucio e
insalubre y haber sufrido las mayores vejaciones, hasta ser considerado como personaje de la mayor dignidad y prestigio,
recuérdese aquellos tiempos a partir de la Edad Media en la que los zapateros
tenían sus prerrogativas, interviniendo activamente en muchos acontecimientos
sociales de la época como personas que dominan un oficio ilustre.
* Publicado en el blog "Calzado" del semanario Valle del Elda. 16-03-2017