A diferencia de los complementos, los zapatos son un accesorio que se parece más a una prenda, porque los llevamos por necesidad y conforman una prolongación de nuestro cuerpo.
En las tres últimas décadas, los diseñadores han visto cómo pasábamos de llevar zapatos casi sin etiqueta a zapatos con nombre propio. Se han convertido en un objeto de culto, una obra de arte y en la pieza que más se colecciona en los armarios, sobre todo aquellos que tienen tacón y, más concretamente, aquellos que llevamos en contadas ocasiones.
De hecho, el mismo estudio británico señaló que un 43% de las encuestadas tenía alguna que otra herida como consecuencia de sus zapatos, aunque un 8% aseguró que tenía heridas serias.
Esto revierte directamente al gran mal de algunos zapatos, que pueden ser verdaderamente dañinos para nuestra salud. Aquellos que incorporan tacones de vértigo –según las grandes marcas, los que miden más de seis centímetros– suelen ser causantes de dolor de espalda, de pies, de tobillos, de rodillas y de cadera.
Aunque parezca que en los últimos años los tacones no encuentran su límite de altura, lo cierto es que se ha registrado un crecimiento en el tamaño en tres periodos distintos: los años 30, los 70 y la actualidad.
Sea cual sea su longitud, los tamaños tienen toda una historia a sus espaldas y sus primeras representaciones se encuentran en el antiguo Egipto, donde hombres y mujeres marcaban la moda con sus zapatos elevados. Sin embargo, nadie les prestó mucha atención hasta el siglo XV, cuando muchos caballeros empezaron a usarlos por comodidad a la hora de encajar el pie en el estribo cuando cabalgaban. La monarquía francesa se encargó de hacer el resto, y Catalina de Médici fue la primera reina consorte que llegó a lucir tacón alto el día de su matrimonio.
Sin embargo, establecido ya el reinado de los zapatos en el mundo general de la moda, lo cierto es que cada vez más marcas están apostando también por un calzado más cómodo, debido quizá a que ahora pueden verse las consecuencias de un uso constante de zapatos poco recomendables en nuestras madres y abuelas, algo que hace treinta años todavía no podía apreciarse.
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