Hace escasamente unos minutos me acaban de comunicar el fallecimiento de María Jesús Manrique. Se casó con Luis en el año 1954 y formó una gran familia numerosa con cuatro hijos varones. Su peor momento sin duda fue en el año 2002 con el fallecimiento de su hijo Carlos. En aquel fatídico año, Luis y yo ya éramos amigos y el dolor por la pérdida de un hijo no es comparable a nada. Tengo que decir que su tragedia era volver a revivir en mí también momentos amargos que supongo todos tenemos en la vida. Mis frecuentes llamadas y los intentos para consolar lo inconsolable seguramente no tendrían muchos resultados en una persona como Berlanga que, por encima de todo, sabía asumir sus aciertos y sus “pérdidas”, pero al menos tenía en mí a un amigo que comprendía su estado de ánimo.
María Jesús y el Museo del Calzado
Si Luis, por su confeso fetichismo del zapato de tacón de aguja, era un enamorado de cada pieza del museo de Elda y de todo lo que emanaba desde esa institución, María Jesús, enormemente respetuosa con esa inclinación fetichista de su esposo, la toleraba, aunque jamás la escuché una sola palabra que denotase en ella tal inclinación. Con su sonrisa socarrona, casi burlona y un poco pícara, levantaba las cejas o se encogía de hombros cuando Luis comentaba en su presencia la atracción por ese tipo de zapatos. María Jesús, en la época en la que la conocí, calzaba un tipo de “sabrina” casi sin tacón, era con lo que más cómoda caminaba. El museo de Elda también llegó a enamorarla.
Eterna acompañante y con una enorme energía
Durante unos años en los que Luis fue presidente del Consejo de Administración de la Ciudad de la Luz, siempre acompañaba a su esposo en esos viajes relámpago a Alicante, algunas veces apenas duraban un solo día, pero ella con su dulzura, simpatía y no menos energía, era la que le “espantaba” a algún que otros fans de su esposo. En más de una ocasión Luis me llamaba a Elda para vernos fugazmente con su esposa y tomar una horchata en Peret. También otras veces tenía que salir en su auxilio para evitar a las personas que, con evidentes muestras de simpatía, querían acercarse a Luis, y éste a sus ochenta y muchos años y sin María Jesús que le acompañara, se sentía un poco mareado.
Nos ha dejado una gran mujer que enamoró a un genio. Como decía Luis, “María Jesús, una jovencita estudiante de Filosofía y Letras, fue el mejor regalo que conseguí de la recia Castilla La Vieja, llevándome a una joya de aquellas bellas tierras”. Y es que “Mariajesú” como la llamaba Berlanga, había nacido en Soria.
Una preciosa joya que hoy se convierte en un icono de amistad
A finales de octubre de 2010, Luis García Berlanga vivía sus últimos momentos. María Jesús nos esperaba una tarde en su casa de Somosaguas y allí fuimos mi esposa María Teresa y yo para darle el último abrazo a nuestro querido amigo. En su lecho, Luis agonizaba y siquiera nos reconoció (creo), nos despedimos con un beso. Al salir de su habitación María Jesús con emoción incontenible se acercó a mi esposa y le hizo entrega de un collar. Un pesado collar hecho con piedras semipreciosas: Lapislázuli, cuarzo tallado, aguas marinas, pequeñas piedras goldstone de color azul, entre otros cristales azules también tallados. “El color azul es el de la tranquilidad, la calma y la paz”, con este presente nos marchamos de aquella casa con el corazón en un puño. Nos quedaba su recuerdo imborrable y un presente de paz, la que deseamos a nuestra querida María Jesús allá donde esté.